Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
CRÓNICA DE LOS REINOS DE CHILE



Comentario

Capítulo IV


Que trata de cómo salió el general Pedro de Valdivia a hacer su jornada

Oída la exhortación y merced que el marqués le hizo, con la crianza y buen miramiento que se requería, dijo ansí:

"Beso las manos a vuestra Señoría por las mercedes tan crecidas, en pagarme por una parte mis pequeños servicios, en darme autoridad y ser, para que el deseo que tengo de vivir y morir en el servicio de su Majestad y de vuestra Señoría, en su real nombre, lo pueda poner en efecto, y bien conocido tengo el amor que siempre vuestra Señoría me ha tenido, tiene y tendrá. Y para más breve comenzar a efectuar mi propósito, suplico a vuestra Señoría me la haga en mandarme dar su bendición".

El marqués don Francisco Pizarro le abrazó y él se despidió de él, quedándose en Yucay.

Pedro de Valdivia se fue al Cuzco, donde hizo pregonar su provisión, y alzó su bandera allegando gente para comenzar su jornada. Allí hizo su teniente y capitán a Alonso de Monroy, natural de la ciudad de Salamanca, hijo de algo y hombre de confianza. E hizo su maese de campo a Pedro Gómez de Don Benito. Y ansí comenzaron de allegar soldados.

De sus amigos despachó tres, dándoles conducta de capitanes para que hiciesen gente. El uno envió a la provincia de las Charcas, a la villa de la Plata y a Porco, y el otro a la ciudad de Arequipa, y al tercero envió a la ciudad de los Reyes y que pasase por Guamanga. Y a cada uno dio su traslado de la provisión, autorizado para que la hiciese a pregonar en los pueblos porque viniese a noticia de todos, e los que quisiesen ir aquella jornada se fuesen a juntar en el Collao, que es porque de allí tomasen el camino que habían de hacer, y es parte fértil y abundantosa.

Gastando en el Cuzco alguna moneda, que es el nervio de la guerra, hizo ciertos soldados el general Pedro de Valdivia, y con ellos despachó a su teniente Alonso de Monroy, y mandóle que ajuntase los caballeros que hallase en el Collado, y que fuese al valle de Tacana, que es junto a la costa y principio del camino, y que allí dejase toda la gente, y él se fuese a la ciudad de Arequipa a hacer más gente, y que le esperase allí.

El general Pedro de Valdivia se partió del Cuzco y se fue a la ciudad de los Reyes. Dio orden en como subiesen un navío cargado de mercaderías para las provincias de Chile, y mandó a su capitán, que allí había enviado, que después de haber despachado el navío, se fuese con la gente que tuviese hecha a Tacana, porque allí le esperaría hasta que allegase. Hecho esto y dada la mejor orden que pudo, él partió para la ciudad del Cuzco con toda la priesa que pudo, poniendo gran solicitud en juntar la gente por los apellidos y bandos que en aquella sazón había, porque los unos eran Pizarros y los otros Almagros.

Allegado al Cuzco, que de la ciudad de los Reyes son ciento y sesenta leguas, halló [all]í doce soldados que habían quedado aderezándose para la jornada, y con éstos se salió del Cuzco y fue a la ciudad de Arequipa, que es de la ciudad del Cuzco sesenta leguas, donde halló a su capitán Alonso de Monroy. Luego lo despachó para el Collao y que recogiese toda la gente que por allí se hubiese recogido para la jornada, y que llegase a las Charcas con cierta cantidad de moneda para socorrer a los soldados que hallase en la villa de la Plata y en Porco y que con todos se viniese al valle de Tarapacá, que es en el mismo camino que habían de llevar, treinta y siete leguas adelante del valle de Tacana y ochenta leguas de Arequipa.

Llegado a Tacana, pueblo de indios fértil, allí esperó el navío y al capitán que dejó en la ciudad de los Reyes. Y estando aquí vinieron ciertos soldados de la ciudad de los Reyes y le dijeron como el caudillo que había dejado para traer el navío y gente, se había ido a la gobernación de Pascual de Andagoya, y que el maestre del navío, creían, que por haberse ido el caudillo, que no pondría en efecto su viaje y que le negaría lo prometido.

Oída la nueva por el general, salió de Tacana con la gente que tenía y fuese al valle de Tarapacá, valle fértil de bastimento.

En la comarca de este valle hay gran cantidad de sal por los campos encima de la tierra, fraguada y hecha del rocío de la noche, maravillosamente hecho, y como no llueve, acreciéntase y hay muy gran copia de ella.

En esta provincia hay ríos que proceden de las sierras y cordillera nevada que atraviesa por toda esta tierra. E de la nieve que se derrite bajan estos tíos por estos valles, e los naturales tienen abiertas muchas acequias de donde riegan sus sementeras.

Estos valles tienen el largo, el compás que hay de las nieves hasta la costa del mar, que son quince y diez y seis leguas. Tienen de ancho estos valles a legua y a legua y media y algunos más y menos. El compás que hay de valle a valle son seis, siete y ocho leguas, y en algunas partes hay más y menos. Todo el compás de tierra que está fuera de los valles es estéril y despoblado e de grandes arenales. En todo este compás de tierras que hay estos valles, no llueve las quince y diez y seis leguas que digo que hay de la cordillera nevada hasta la mar, y dentro en la mar no se sabe. El compás en que no llueve es desde Tumbes hasta el valle del Guasco, que serán setenta leguas.

E me he querido ocupar en esto, aunque adelante contaré más largo de la cordillera y daré más relación de todo.